11 noviembre, 2018 cbp

Un ensayo sobre la soledad

Me refiero al libro escrito por Olivia Laing : “La ciudad solitaria. Aventuras en el arte de estar solo”Sin negar la experiencia de soledad  por la que todos pasamos en algún momento y más allá de la discriminación entre solos rodeados de gente o solos  sin tener a nadie con quien compartir, este interesante libro me permitió adentrarme en  experiencias de una soledad inédita para mí, no porque no las hayamos vivido sino por cómo las vivimos.

Algo ayuda para que nos adentremos en lo que se nos quiere transmitir y es que la autora investiga a celebridades en relación al arte. Algunas de esos artistas no fueron elegidos por ser ni los más nombrados ni por haber llegado a cumbres exitosas -eso puede atraernos o distanciarnos  del relato- no,  lo que la ruta de esta lectura  y este tema marcó en mí fue el principio de un reconocimiento

Hay una faceta de la experiencia de soledadque ni se busca ni se reconoce con facilidad y quizá la expresión artística, como paradigma de un modo de conseguir que nos expresemos allí hasta donde conscientemente no somos capaces de hacerlo, permitió que me diera cuenta  de que una de las caras quizá más impronunciables de la soledad  es sentir que no se trata de lo que podamos hacer, aunque  incluso sea exitoso lo que hacemos. Y hay que hacerlo. Como no se trata de tener un interlocutor, ante el que hablemos o escuchemos. Ni tampoco del conocimiento ¿y entonces?

Voy a recordar algunas ideas contundentes que me han ayudado al reconocimiento personal de la soledad:

“La idea de que el lenguaje es un juego en el que unos jugadores desarrollan mayor destreza que otros tiene que ver con la humillante relación que existe entre  la soledad y el habla. El habla falla, la comunicación se rompe, hay malentendidos, momentos de mutismo, balbuceos y tartamudeos, se olvidan las palabras, incluso somos incapaces de  entender un chiste: todas estas cosas evocan soledad, nos obligan a recordar lo precario e imperfecto que es el medio con que expresamos nuestro interior a los demás. Nos hacen perder pie en el espacio social, nos expulsan de él como a intrusos, malos jugadores o gente que no participa en el  juego (p.66)

Otra:

“¿Qué tienen en común las máscaras y la soledad? La respuesta  obvia es que protegen de la exposición, mitigan la carga de que nos vean……Se nos reconoce por la cara; la cara revela nuestras intenciones y delata nuestro clima emocional. ….Las máscaras también suscitan preguntas sobre nuestra personalidad pública: ese conjunto de rasgos inamovibles de educación y conformidad que ocultan cómo se retuercen y enredan nuestros verdaderos deseos«.

Pero tanto en el nivel de la palabra como en el emocional lo que conseguimos representar es lo inasible e irrepresentable de una soledad que tiene como punto de partida lo sensorial del cuerpo. Cuando soy capaz de decir que me siento sola lo que realmente estoy expresando es la soledad de un olor, de una sensación de calor o frío, de un sonido o ruido, de una actividad muscular imparable etc. Sensaciones  que aunque intenten y puedan expresarse en palabras y emociones, evocarán la huella sensorial de lo traumático que hace que perviva esa soledad. Y por ahí pasamos todos. ¿La reconoces en ti?

cbp

 

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