Hoy quiero reseñar algunas de las ideas, de dos relatos de dos mujeres. Mensajes con un denominador común: las mujeres han de ser las protagonistas de los cambios necesarios que resuelvan los grandes problemas del mundo, como por ejemplo la desigualdad generadora de la pobreza existente. La propuesta avanzará si abrazamos esa forma pragmática de vivir que es isirika , que nos recuerda- en la voz de Musimbi Kanyoro- que lo que realmente se integra en las personas es esa capacidad de confiar para avanzar en las agendas, y si recuperamos la palabra -nos dice Emilce Bleichmar- que nos aparte de la rabia, la culpa y la vergüenza que nos colonizan psíquica y socialmente.
Dos relatos con sabiduría y por tanto con emoción, que no he querido dejar de compartir en este espacio del blog del mes inolvidable del Marzo de la Mujer, de 2018.
El significado profundo de la palabra isirika se resumiría en “cuidar juntos el uno al otro”. Abrazar a isirika sería afirmar que el otro es un humano y que como humanidad no tenemos un planeta B al que ir, y que cada uno cuenta, cada idea del otro cuenta, y que los que más tenemos disfrutamos el prestigio de dar más. Por todo ello, es el momento -dice Kanyoro como Presidenta del Global Fund for Women– de que las mujeres den a las mujeres. Invertir en mujeres y niñas es lo más inteligente que se puede hacer en estos momentos, en los que hay una previsión de inversión de alrededor de 350 trillones de dólares para el 2030 que deberían estar en manos de mujeres, es decir, apoyando las ideas de comunidades en las que esas ideas están enraizadas en su propia configuración: mujeres organizadas como isirika.
Por su parte, la psicoanalista Emilce Bleichmar, en un artículo donde analiza en detalle el movimiento # Me Too, dirigido a los profesionales de la salud mental, nos dice:
“Este es el hallazgo de la simpleza y carga de profundidad de la expresión que identifica al movimiento #Me Too [#Yo También]: la conciencia de sororidad. La sororidad es definida como la relación de hermandad y solidaridad entre las mujeres para crear redes de apoyo que empujen cambios sociales para lograr la igualdad”……se refiere al hermanamiento entre mujeres que comparten no ya una amistad, o un espacio, sino una causa.”
“¿Llegará el movimiento #Me Too a conmover a mujeres ahogadas por “la culpa”, a sentir el soplo de oxígeno que aporta la compañía de otras mujeres que no son potencialmente peligrosas de culpabilizarlas, sino aliadas en reivindicar las trampas de la desigualdad de género?…Desigualdad sobre todo en la resonancia social, en el juicio de los otros. …. Hay indicios del desdibujamiento de la vergüenza…”
Recuperar la palabra para que no se quede en la queja, recuperar la percepción adecuada de la realidad que nos aleje de la culpa y nos devuelva la confianza en el otro y sobre todo, recuperar la capacidad de emocionarnos y de disfrutar con el placer de nuestro cuerpo y con la manera que decidamos que queremos vivir nuestra vida. Estos objetivos que llevarían a una igualdad real de las mujeres, implican lo social y lo individual. No hay duda de que los prejuicios, la culpa, las vergüenzas, como también nuestros deseos, son interiorizaciones que se han tejido en intersubjetividades de desigualdad de género y por eso hemos de reconocer que la autonomía, la confianza, la seguridad en nosotras mismas, que exigiría sentirnos en igualdad, pasa por alianzas entre las mujeres desde el mutuo reconocimiento, pero también pasa por el reconocimiento y la elaboración psíquica de nuestras dependencias emocionales, y a veces de una colonización mental que nos ha venido impregnando por generaciones. Y esa causa es de color violeta.
cbp