Ante el sufrimiento o el placer, todos podemos entender que el tiempo rompe los relojes, y preferimos hablar de vivencias, y cada una, para cada cual, únicas.
Jeanette Winterson, en el El hueco del tiempo (2016) nos acerca a lo que quiero decir:
“ En esta cama empapada de noche está el valor que necesito para el día. Cuando llegue la luz me volveré hacia ella. Nada más fácil. Nada más difícil. Y por la mañana nos vestiremos juntos y nos iremos”.
Y nos podemos preguntar también si nuestro pasado va a seguir determinando nuestro futuro, o si va a ser posible redimirlo.
“ Y el tiempo, que establece todos los límites, nos ofrece la única oportunidad de liberarnos de los límites. Después de todo, no estamos atrapados. El tiempo puede redimirse. Lo que se pierde se encuentra…..”
Estas cuestiones, estas incertidumbres, nos pueden aparecer con intensidad cuando decidimos que no nos aguantamos más, que por nuestra salud y la de los que nos rodean, a algo del sufrimiento que padecemos tenemos que poder renunciar y algo del deseo de vivir que nos negamos tenemos que poder construir.
Y para conseguirlo tendrá que haber una comprensión muy especial sobre el tiempo: no basta con que me ayuden a recuperar o recordar y pensar de otra manera lo que no soporté y fue rechazado por mi moral, por mis creencias, por mi odio o por el amor a los demás o para que me quisieran, es decir, no solo se trata de buscar contenidos en el pasado. Se trata, y es lo que te quiero transmitir hoy, de que en cada uno de nosotr@s hay un arcaico, primitivo, aquello que se pierde en el tiempo de nuestra infancia aún sin palabras que irremediablemente hace memoria inconsciente corporal: escenas de encuentros fallidos con nuestras figuras más significativas y que permanecen en nosotros determinando el modelo de nuestras relaciones con otros y con nosotros mismos. Y que será la forma en que aparecerá la patología en la clínica.
Pero ese pasado fracasado podrá ser redimido en la segunda oportunidad que actualiza un proceso de psicoterapia. El psicoanálisis es el método que realizado entre dos personas permite el acceso a las experiencias más tempranas y a las cuales el sujeto no tiene acceso por sí solo.
Ya Freud nos alertó de que estamos limitados en captar al otro porque lo captamos desde el pasado. Y esto ocurre también en la psicoterapia cuando inevitablemente el pasado es transferido al analista. Es decir, es necesario que para poder captar el pasado éste tiene que hacerse presente en el vínculo terapéutico entre paciente y analista. Y la manera en que ese pasado inconsciente se presenta solo puede ser en una forma intersubjetiva específica: utiliza un registro imaginario, más que la lógica verbal y al terapeuta, (elegido no por su saber ni su autoridad) en el que se va a proyectar y que va a encarnar, ese objeto transferido del pasado, en el aquí y ahora del escenario terapéutico, y que ha sido coproducido por la pareja analítica. En un segundo tiempo, a posteriori, es la interpretación de esa escenificación la que construirá el recuerdo, cuyo contenido siempre aludirá a una forma de vínculo emocional que tuvo el paciente con sus figuras significativas, pero esta vez abandonando su poder de repetición al servicio del sufrimiento.
Ese respetuoso contacto afectivo que tiene por objetivo que el paciente se sienta a sí mismo, existiendo, reconocido como tal, y esta vez de una manera no fallida, le permitirá en otras situaciones el reconocerse ante los demás. Y así se abrirá un nuevo fundamento para una futura manera de vivir.
cbp